viernes, 31 de agosto de 2007

Usted no se ha ido Doña Dorita

El pasillo es largo, luminoso, el calor no se siente tanto ahí por las plantas que cuelgan del techo, pero el olor a tierra mojada de Nicaragua es inconfundible.

Al final del pasillo está la viejita, sentada en la mecedora, el moño que con el pasar de los años se ha vuelto menos voluminoso y más gris; el vestido de tela estampada sin mangas -siempre sin mangas- y las pantuflas de colores pálidos que envuelven sus pies frágiles que duelen por trabajar tantos años.

De repente pega un brinco, no se esperaba que sus niñas vinieran este año. Y sonríe... mi mami sonríe poco, pero cuando lo hace tiembla su gran estómago en un moviemto muy familiar.

Esa imagen corre muchas veces por mi cabeza, corre y la revivo con frecuencia. Son memorias que acompañan toda mi infancia y todos los momentos bellos que he vivido.

Recuedos de cuando visitaba a mi mami, mi abuela, mi madre. Recuerdos de sentir sus manos abrazando mi rostro y besándolo, recuerdos de como olía su cuerpo, de como se sentía su pelo entre mis dedos, de como tomaba su brazo y sentía suave, suave.

Es que cuando visitabamos a doña Dorita, el mundo era más sencillo. En esa casa grande podíamos correr a nuestro gusto, comer los más grandes mánjares y pasar los mejores navidades del mundo.

Cuando el viaje terminaba, yo lloraba. Emprendía el viaje y seguía llorando. Lloraba en Masaya, lloraba en Nandaime, lloraba en Rivas y en Guanacaste. Y luego lloraba más en mi cama en la noche.

Por que los viajes a Nicaragua eran por Doña Dorita. Ahora ya no lo son.

Doña Dorita ya no está, se fue llena de canto de ángeles, se fue volando en sus pantuflas rosadas y con el moño recién hecho. Se fue caminando despacito, a paso sereno, ya no por los años, si no por el dolor de dejarnos atrás.

Pero Doña Dorita se fue tranquila, por que ella sabe que no se ha ido.

Ahora Doña Dorita vive conmigo, sus recuerdos están en todos lados, su rostro tan claro como la última vez que lo vi, su voz metida en mi cabeza y en mi sangre.

Doña Dorita ahora vive en todas las sonrisas que esbozo, vive cada vez que salgo de mi casa y oigo en el fondo su bendición, vive cada vez que veo alguna locura que dicen mis primos y pienso en que diría ella.

Doña Dorita vive en su casa, vive en el olor a gallina y a relleno, vive en cada atardecer bonito y en la calle de casa por la que caminamos juntas.

Doña Dorita vive en la sonrisa de sus nietos, en los vestidos de quinceañeras que mi hermana y yo usamos, vive en el aroma de algún perfume bonito, en las fotos que detestaba tomarse, en cada imagen de la virgen, en cada novela, en cada canción triste.

Doña Dorita ahora vive en mi madre, vive en rostro moreno de Doña Angelita, vive en su cabello negro, en su fuerza, en la pasión con la que nos ama. Y se aparece también en aquel caracter fuerte y arrebatador.

Doña Dorita ahora vive en toda mi familia. Por fin logró estar con todos, vive en Miami, vive en Costa Rica y vive en Nicaragua, vive dentro de todos.

Así que tranquila Doña Dorita, por que usted no se ha ido, el color a carmesí del que pintó nuestras vidas está presente, el amor arrasador por usted aún está aquí, la herencia de su alma está en sus hijos y sus nietos, la inspiración a ser siempre mejor está en mí.

Lo que se quedaron son las lágrimas, esas creo que nunca las podremos dejar atrás, aparecen cada vez cuando escribo esta palabras. Aparecen en los ojos de todos los que la amamos con fuerza desbocada. Y quisiéramos gritar: que nos la devuelvan!!! que nos la devuelvan!!! por que las lágrimas nublan nuestros ojos y nos permiten verla ni oirla.

Por eso me voy a quedar muy callada mamita, en las noches cuando me duerma, para poder escuchar su voz, para recordar su piel, sus ojos y sus manos. Para sentirla junta a mí. Y le voy a cantar aquella canción que le canté cuando dormía pocas antes de que se fuera, para que nos durmamos juntas. Por que de verdad le digo doña Dorita usted se fue de este mundo pero no se ha ido de mí.